La Persecución
Los Dos Testigos
(Segunda Parte)
Los
Dos Testigos son los dos olivos y los dos candeleros que
permanecen delante del Señor de
la tierra. Si alguien quiere hacerles daño, ellos lanzan
fuego por la boca y consumen a sus enemigos. Así habrá de
morir cualquiera que intente hacerles daño. Estos Dos
Testigos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no
llueva mientras estén profetizando, y tienen poder para
convertir las aguas en sangre y para azotar la tierra,
cuantas veces quieran, con toda clase de plagas.
Ahora bien, cuando hayan terminado
de dar su testimonio, la bestia que surja del abismo les
hará la guerra, los vencerá y los matará. Sus cadáveres
quedarán expuestos en la plaza de la Gran
Ciudad, llamada en sentido figurado Sodoma y
Egipto, donde también fue crucificado su Señor.
Y
gente de todo pueblo, tribu, lengua y nación contemplará
sus cadáveres por tres días y medio, y no
permitirá que se les dé sepultura. Los habitantes de la
tierra se alegrarán de su muerte y harán fiesta e
intercambiarán regalos, porque estos dos profetas habían
atormentado a los habitantes de la tierra.
Pasados los tres días y medio,
entró en ellos un aliento de vida enviado por Dios, y se
pusieron de pie, y quienes los observaban quedaron
sobrecogidos de terror. Entonces los Dos Testigos oyeron
una potente voz del cielo que les decía “subid acá”. Y
subieron al cielo en una nube, a la vista de sus
enemigos. En ese mismo instante se produjo un violento
terremoto y se derrumbó la décima parte de la Ciudad.
Perecieron siete mil personas, pero los supervivientes,
llenos de temor, dieron gloria al Dios del cielo. El
segundo ¡ay! ya pasó, pero se acerca el tercero
(Ap.11,4-14).