La Sexta Trompeta Está Sonando

 

  • La Persecución

    La Persecución

            

              Pero la tierra vino en auxilio de la Mujer: abrió la boca y se tragó el rio que el dragón había arrojado por sus fauces (Ap.12,16).

              Para comprender el significado de la tierra que vino en auxilio de la Mujer, recordemos la “Parábola del sembrador” que Jesús explicaba así, sobre las diferentes respuestas de la tierra cuando recibe la semilla de la Palabra:

     "Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra y, al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo sino que es inconstante y, cuando se presenta la tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe en seguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta"…  (Mt.13,18-23).

    Así que la palabra tierra se refiere a eso, a nuestra vida; cuando el ser vive la Palabra (la semilla) da fruto, y nada puede en contra de él. Y de estos ejemplos de la parábola, el último de ellos, la semilla en tierra buena que da fruto, es al que se refiere esta expresión: Abrió la tierra su boca… Es decir, que queda anulado, vencido, el engaño, el poder del pecado en todo aquél que tiene en sí a la Mujer, la Vida en Dios. El que vive en Dios tiene todo. Tiene el poder para no sucumbir ante el pecado. Por esto se dice que el dragón se fue:

    Entonces el dragón se enfureció contra la Mujer, y se fue a hacer la guerra contra el resto de sus descendientes, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testimonio de Jesús (Ap.12,17).

    Los que guardan los mandamientos son aquéllos a los que hace referencia estas palabras: “nadie será justificado ante Él por las obras de la Ley, pues la Ley no da sino el conocimiento del pecado” (Rom.3,20). Los que no viven una Vida completa en Dios, sino que son de aquéllos que solamente cumplen lo que les está mandado, pero no buscan más, no anhelan más de Dios; son los que aún conociendo a Jesús no viven entregados a Él, sino que se conforman con cumplir, ésos testimonian desde su saber. A ésos son los que sigue persiguiendo el dragón, el pecado. ¿Quién hay perfecto? Sabemos que nadie. Sólo Dios. Este relato nos hace ver que siempre hemos de anhelar, buscar, la entrega total, el encuentro real, para estar unidos a Dios y ser en verdad libres del poder del pecado.

              ¿Por qué hemos ido a esta visión de la Mujer vestida del Sol? Porque ella es uno de los Dos Testigos vestidos de sayal. La Mujer es la Vida, porque el Hijo, Cristo, el Dios vivo en nosotros nos guía con cetro de hierro. La Vida de nuestro espíritu se hace una en Cristo, “como el sarmiento en la vid”, por el poder del Espíritu Santo (Jn.15,4): el otro testigo es el Espíritu Santo.

              Estos Dos Testigos a través de la condición humana   de los  profetas, nos  dan la Verdad. Esos Dos Testigos por los que los profetas son inspirados, son pues, Cristo vivo en ellos, la Vida en Dios, la Mujer de la que hemos hablado aquí, guiada, inspirada por el Espíritu Santo. Los profetas son el vestido de sayal (2Cor.5,1ss).

              El que es profeta de Dios, el verdadero profeta, ha de tener en sí la Vida en Dios, haber concebido en su corazón a Cristo. Es una vida entregada a Dios que es Vida. Una vida que es portadora de la Luz, que es verdad en Cristo, en el Amor. Por eso la vida del profeta ha de ser testimonio vivo, pues el falso profeta es el que no vive conforme a lo que profetiza. Dice una cosa y vive lo contrario.

              Por eso Jesús dijo: “Por sus frutos los conoceréis ¿acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” (Mt.7,17).

              Se ha explicad siempre que la Mujer es la Iglesia, como aquí hemos visto, porque cada uno que vive en Dios es templo, santuario, iglesia de Dios. Y a nivel de pueblo, de comunidad eclesial, también es válido este símil de la Mujer vestida del sol, pues toda comunidad que vive en Cristo, con el poder del Espíritu Santo, testifica, avanza, ilumina, se expande.

             

     

     

             

          

     

       

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