La Sexta Trompeta Está Sonando

 

  • Los Dos Testigos


    Los Dos Testigos

    (Segunda Parte)

              Estos Dos Testigos son los dos olivos y los dos candeleros que están en pie delante del Señor de la tierra(Ap.11,4).

     

              Son los dos olivos porque son la fuente del aceite, de la unción que llega al que recibe la revelación, al profeta, porque aquí se habla de los profetas. Y son los dos candeleros porque son los soportes que sostienen la Luz, la Verdad que nos alumbra para salir de nuestras tinieblas, del desierto. Estos Dos Testigos están siempre en pie, dispuestos. Como todos caemos, ya podemos entender que estos Dos Testigos no son humanos.

     Están en pie delante del Señor de la tierra, del Creador, del Padre todopoderoso a quien todo pertenece. Nos quiere hacer ver este versículo que la misión de estos Dos Testigos es especialmente para nosotros que vivimos en la tierra, que somos esa tierra. Estos Dos Testigos son   el   Espíritu Santo que   inspira, cambia, transforma con su poder; da una Vida nueva, y esa Vida nueva es Cristo, que nace en nosotros entonces y nos rige con “cetro de hierro”. Éstos son los Dos Testigos a los que nadie puede vencer ni dañar:

              Si alguien quiere hacerles daño, ellos lanzan fuego por la boca y consumen a sus enemigos. Así habrá de morir cualquiera que intente hacerles daño (Ap.11,5).

              ¿Quién puede en contra de los Dos Testigos, en contra de Dios mismo?  El fuego que sale de sus bocas es la Palabra, la Verdad y el Amor, el poder, por el que los dos olivos ungen y dan el poder al profeta. Y si el profeta es fiel, igual que el apóstol Pablo podrá decir que no es él mismo, sino que es Cristo el que vive en él (Gal.2,20). Así es si vive, si permanece en la Vida en Dios, la Mujer, como se dijo en “La Mujer vestida del sol”. Es Cristo quien mora en él, a través del Espíritu Santo. Jesús dice: “Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la Verdad, al cual el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis porque mora con vosotros” (Jn.14,16). Así se explica en:

              Estos Dos Testigos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva mientras estén profetizando, y tienen poder para convertir las aguas en sangre y poder para azotar la tierra con toda clase de plagas todas las veces que quieran (Ap.11,6).

              Cerrar el cielo a fin de que no llueva mientras estén profetizando. Es el caso del profeta Elías que dijo que no lloviera y no llovió, pero aquí en sentido espiritual; porque quiere decir que lo que profetizan los profetas, que habría de ser como la lluvia que empapara la tierra (la vida espiritual del hombre) para que dé frutos, estos Dos Testigos pueden hacer que no llegue al corazón de los hombres. Y esto que parece una contradicción, lo dice Jesús mismo: “A vosotros os es dado saber los misterios del Reino de los Cielos, más a ellos no. Porque a cualquiera que tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aún lo que tiene se le será quitado. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no entienden“(Mt.13,10-11).

              Dios sabe cuando y a quien, ha de llegar la Verdad. Es el corazón de cada hombre, esa tierra que puede ser bendecida con la lluvia del cielo, la gracia de ver la Verdad. Y esto sucede, no porque Dios actúe o reparta sus gracias de forma   caprichosa   sino que la cerrazón   del hombre le impide ver, entender, recibir... Y Dios, que es el poder, que es el sumo bien, no puede coexistir en un corazón lleno de maldad. Para Dios habitar en un corazón, éste ha de querer y así ser limpio. A eso se refiere esta aparente "selección arbitraria".

              Y tienen poder para convertir las aguas en sangre, porque los que no vivan la Palabra, la Verdad que profetizan los Dos Testigos, se condenan, ya que la sangre es símbolo de la muerte… (Heb.4,12).

              Y el poder de herir la tierra, cuantas veces quieran, con toda clase de plagas. Herir significa abrir una brecha en la carne y así penetrar en ella la Palabra, la espada de Dios que convierte y condena. Así actúan las plagas. Dios aclara que todo el que acepte y viva la Verdad que proclaman los profetas de Dios, se salvará, pero los que no se conviertan sufrirán las consecuencias propias del pecado que cada uno eligió, que no proceden de Dios, pero que Él permite porque es el sello del mal, que nos ayuda a distinguir para apartarnos de él, y elegir el bien.

              Pero si esos profetas que ven el cielo cerrado, la gente en camino de perdición, las aguas convertidas en sangre, las plagas, las tribulaciones, si esos   profetas se acobardan, desfallecen, dejan de dar su testimonio conforme les ha sido inspirado, sucumbirán: “la Bestia que surge del abismo les hará la guerra y los vencerá y los matará”. Y es que el testimonio no depende sólo de que quieran darlo  los   Dos   Testigos  (el  Espíritu  Santo  y Cristo vivo  en nosotros), sino  de  que también quieran darlo los profetas elegidos,  que son el vestido de sayal que usan los Dos Testigos. Dios siempre quiere hablarnos. Por esto se dice:

              Ahora bien, cuando hayan terminado de dar su testimonio, la Bestia que surja del abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. Sus cadáveres quedarán expuestos en la plaza de la Gran Ciudad, llamada en sentido figurado Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado su Señor (Ap.11,7-8).

              Sus cadáveres, es un símbolo de la muerte espiritual que acontece en los profetas que callan la Verdad. La Gran Ciudad (de la que se habla ampliamente en el tema VI), que aquí simbólicamente se llama Sodoma, es el signo de la corrupción moral; Egipto, es el símbolo del poder terrenal. Así que se unen ambos, la corrupción y el poder terrenal, para hacer callar a los profetas.

              Y se dice que fue allí donde también fue crucificado su Señor. A Jesús lo crucificaron los que ostentaban el poder religioso y terrenal, por la corrupción moral de los que defendían sus propias leyes, la conveniencia, antes que la Verdad, y hacen morir al Inocente: “Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno sólo por el pueblo y no perezca toda la nación” (Jn.11,49).

              Y esto de los cadáveres expuestos en la plaza, quiere decir, que están a la vista de todos, que pueden ser conocidos por todos, que se alardea, se "airea" el silencio de los profetas, su renuncia, su negación. Por esto se dice:

       


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