La Persecución
Cuando el dragón se vio arrojado a la tierra, persiguió
a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón
(Ap.12,13).
El
dragón, es el pecado
como ya sabemos y persigue a la Mujer, a la Vida en Dios
que mora en cada- hijo que ha abierto su corazón a
Cristo; a todo aquél que ha nacido de nuevo, porque
Cristo (el Hijo
varón) mora en él.
Esta Vida en Dios que es en los que viven en Cristo,
está protegida por Dios por su divina providencia:
Pero a la Mujer se le dieron las
dos alas del gran águila, para que volara al desierto,
al lugar donde sería sustentada durante un tiempo y
tiempos y medio tiempo, lejos de la vista del dragón
(Ap.12,14).
Las
alas simbolizan el
poder que nos da el Espíritu Santo, porque las alas
sirven para elevarse por encima de todas las cosas
humanas e irnos al
desierto al
encuentro íntimo con el Padre, durante nuestro
peregrinaje hacia la Casa del Padre. Aquí Dios nos
alimenta
con su Vida, a cada uno que se entrega para vivir en Él.
Nos alimenta
con su Palabra, con su Pan, con su gracia,
fortaleciéndonos con su Espíritu Santo, con todo lo que
Él sabe que cada uno necesita.
Y tiene que ser
sustentada esta
Vida en Dios, durante un
tiempo, tiempos y
medio tiempo. El
significado de esta expresión se recoge
también en el libro de Daniel en
“La Profecía Sellada”. Hacemos un paréntesis y nos
paramos ahora a explicar el significado de
los tiempos. Daniel lo
había profetizado ya, cuando hablando con el ángel
acerca del final de los
tiempos, le pregunta que
cuando sucedería todo aquello que el ángel le estaba
anunciando, y el ángel le responde: “Un
tiempo, tiempos y medio tiempo
y todas estas cosas se
cumplirán cuando se acabe el quebrantamiento de la
fuerza del pueblo santo" (Dan.12,5-13). En
los tiempos
ha de cumplirse lo que tiene establecido Dios para
nuestro camino de salvación. Y así intento explicarlo:
Hay un camino de salvación para los que viven conforme
Dios nos ha dado a conocer, según sus mandamientos
comprendidos en la ley del Amor, que unos siguen y otros
no. Por eso:
1)
Hay salvación para aquél que se convierte y se entrega a
Dios, aunque sea al final de su vida. Llegó solo, como
el que pasa por el fuego, según expresión de Pablo
(1Cor.3,15). Ése aunque llegue solo, se salvó.
Y es
un tiempo.
Pero Jesús dice algo más: “Sois luz del mundo y sal de
la tierra” (Mt.5,13-16), porque El amor a los hermanos
nos hace ser testigos de la Vida nueva, que Él nos
trajo.
2) Y así hay salvación para los que viven una Vida en
Dios, una Vida que es testimonio para los demás, y así
muchos pueden convertirse y salvarse. Éstos son los que
no llegan solos, sino en unidad con todos aquéllos a los
que pudieron ellos ayudar
a salvarse con el
testimonio de sus vidas. Ésos son los
tiempos.
3) Pero no hay salvación para aquéllos que vivan
solamente en su condición humana, según sus propios
criterios, y no hayan seguido los mandamientos de Dios.
Ésos son a los que aquí se llaman:
medio tiempo.
Vivieron sólo como hombres y no en el espíritu, y la
salvación es para los hijos de Dios, no para los que
viven en las cosas del mundo.
Y ahora fijémonos en esta suma que es muy importante:
La suma de un
tiempo, tiempos y medio tiempo
abarca a toda la
humanidad en este peregrinaje que Dios nos ha concedido
vivir. Es decir:
1)
Todo aquél que llega a su final como
un tiempo
(el que llega solo)
más:
2)
Todos los que llegan a su final como
tiempos,
(los que llegan como
apóstoles, en unidad con otros) más:
3)
Todos los que llegan a su final como
medio tiempo,
porque se limitaron a vivir en su propia humanidad y
despreciaron la Vida en el espíritu.
Sumados todos ésos, representan
la totalidad de los hombres, desde su principio a su
término. Podemos entender así mejor, aquella expresión
de “final de los tiempos”. Será cuando toda la humanidad
haya concluido su peregrinaje.