La Sexta Trompeta Está Sonando

 

  • Anuncio del Ejército de Profetas


    Anuncio del Ejército de Profetas

              Tocó el sexto ángel su trompeta, y oí otra voz que salía de entre los cuernos del altar de oro que está delante de Dios. A este ángel que tenia la trompeta, la voz le dijo: “Suelta a los cuatro ángeles que están atados a la orilla del gran río Éufrates” (Ap.9,13,14).

              La voz que pregona la Verdad sale del altar, "lugar" de las ofrendas, "lugar" en el que están representadas todas las vidas ofrendadas, entregadas, de los que se han salvado porque siguieron el camino de Cristo, el Cordero inmolado por todos nosotros. Los cuernos son los medios por los que se pregona la Verdad, por los que nos llega la Verdad. Son cuatro los que pregonan al unísono, como una sola voz, porque la Verdad es una (Jn.16,13). La Verdad, que ahora se pregona al completo, como indica el que sean cuatro los cuernos. Nos quiere hacer ver esta visión que nos llega la Verdad desde todos los ángulos (desde los cuatro puntos cardinales) como para preparación de ese final que será glorioso, después de la gran tribulación, del tiempo de confusión ya anunciado. Y es para este   momento de  tribulación  para  lo  que  se proclama al máximo la Verdad, como nunca antes se había proclamado, y conforme ya había sido predicho por Jesús: “Pero primero el evangelio será anunciado a todos los pueblos” (Mc.13,10).

              Y para ello, esa voz que sale del altar, porque es precisamente para la humanidad entera el aviso, dice que suelte a los cuatro ángeles que están atados a la orilla del gran río Éufrates (es el mismo río que ya se nombró como parte del Paraíso). Ese gran río, que es agua que limpia, la Verdad que nos purifica, que nos hace libres, el Amor que nos da la Vida en Dios y cuanto es en Dios; ahí, a la orilla del gran río están atados esos ángeles.

    Habrían de venir aún ángeles que estaban atados, como guardando la Verdad completa que nos llega para preparar ese final glorioso. Estos ángeles que ahora son soltados van a completar lo que aún nosotros no habíamos podido recibir porque no nos habíamos abierto completamente a recibir; por nuestra cerrazón, por la dureza de nuestro corazón, tardo en entregarse completamente a Dios, y tal vez, conforme con vivir a medias entre el mundo y Dios. Jesús les dijo a sus discípulos en su discurso de despedida: “Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no estáis capacitados. Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará a la Verdad completa, pues no os hablará por su cuenta, sino que os dirá lo que ha oído y anunciará las cosas venideras” (Jn.16,13). Y todos conocemos cómo el Espíritu Santo se manifestó prodigiosamente sobre los apóstoles. Y entendieron las Escrituras. Y comprendieron lo que en el Antiguo Testamento los profetas habían anunciado acerca de Jesús: que Jesús es el Mesías prometido.

              Aquéllos discípulos, tan cerca de Jesús, estaban en un momento que no podían recibirlo todo. Y esto es lo mismo que a nosotros nos ha pasado. Pero esta profecía nos dice que los cuatro ángeles que estaban atados son soltados, para darnos a entender que aquella profecía del profeta Joel comienza a realizarse: todos profetizarán (Jl.3,1ss). Hemos de abrir nuestros corazones, nuestros oídos, para recibir, y nuestras bocas para proclamar cuanto Dios quiere hoy hacer llegar hasta los confines de la Tierra.

    Estos ángeles que son soltados, son los que inspiran a los profetas para que a través de ellos llegue la Verdad a todos: “Él enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro” (Mt.24,21). Y esos profetas son los que van pregonando al Dios Vivo,  al   Dios   que  está   en   medio   de nosotros, que no está lejos, sino en cada uno que le abre su corazón; porque” Él está a la puerta y llama para entrar y cenar con nosotros” (Ap.3,20). Estos ángeles anunciadores llegan para un momento preciso, porque se dice que:

              Así que los cuatro ángeles que habían sido preparados precisamente para esa hora, y ese día, mes y año, quedaron sueltos para matar a la tercera parte de la humanidad.   (Ap.9, 15).

              Este momento preciso, es el de la gran tribulación final. Llega la hora de que sean soltados los ángeles que estaban atados para nosotros, porque vivían junto a la gloria de Dios, que es el gran río, y vienen a matar. Este matar se refiere a que cuando recibimos la Verdad nosotros morimos a nosotros mismos, a todo lo que habíamos sido, a todo lo que habíamos vivido, porque la Verdad entra en nosotros y nos convertimos. Y se produce ese “morir del hombre viejo” y ese “nacer del hombre nuevo” como dijo Jesús a Nicodemo, maestro de la Ley (Jn.3,8).

              Por eso, esa fecha de hora, día, mes, y año, es a nivel de cada uno que renace, y es a gran nivel, porque serán muchos los convertidos en esa gran tribulación final. Siempre que en el corazón del hombre se dé el arrepentimiento y la conversión radical, éste nace de nuevo. Por esto se dice que los ángeles vienen a matar.

    Que son los ángeles los que inspiran a los elegidos para que ellos proclamen la Verdad se vuelve a confirmar en el versículo siguiente:

    El número de su tropa de caballería era de doscientos millones; pude oír su número. Así vi en la visión los caballos y a los que los montaban: tenían corazas de color de fuego, de jacinto y de azufre; las cabezas de los caballos como cabezas de león y de sus bocas salía fuego y humo y azufre (Ap.9,16-17).

    Los doscientos millones, profetizan la Verdad de la salvación, son los profetas. ¡Un gran ejército de Dios, iluminado para proclamar! El número es simbólico, que nos indica que han sido y serán muchos los portadores de la Verdad, los que viviendo en Dios son Luz para los demás; pero son también hombres imperfectos por lo que aquí se dice de ellos que sus caballos (en lo que cabalgan) y ellos mismos, tenían corazas de color de fuego, de jacinto y de azufre. Los caballos ya hemos visto que simbolizan todo aquello en lo que nosotros vivimos, en lo que ellos viven: sus proyectos, ideales, metas, su propia realidad humana, con sus propias aptitudes y actitudes, defectos, creencias etc. Y ellos y sus caballos tenían corazas de color de fuego jacinto y azufre. Veamos el simbolismo de éstos colores en los profetas y en su misión, en la obra que Dios les inspira:

              El fuego es el Amor. Están protegidos por el Amor; son hombres de Dios, llevan una coraza que los defiende: el Amor de Dios en sus corazones.

    El color del jacinto, una flor sencilla, olorosa, bella: una vida sencilla, tal como Dios la da, humilde; son hombres que viven una Vida en Dios pero también caen. Y por ello el azufre que es el lado malo, sus propios fallos, los contratiempos en su misión, por lo que precisan siempre discernir entre el bien y el mal, tanto para ellos mismos como para la misión que tienen encomendada y así permanecer en la línea de lo que Dios quiere de ellos. El mal está al acecho para echar abajo toda obra de Dios.

     Los profetas son también vulnerables al mal. Por eso van sobre caballos que tenían como cabezas de león, pero que no son realmente cabezas de león, sino "como" si fueran de león. Quiere decir que en todo aquello sobre lo que ellos “cabalgan” no tienen poder   absoluto   (igual   que  se   dijo   de  las langostas). Si el león es el rey de la selva, ellos no tienen dominio absoluto sobre sí mismos ni sobre las circunstancias, en el sentido espiritual. Ellos son hombres como todos. Pero a pesar de ello cabalgan llevados por la fuerza que, como el león, los hace ser testigos, fortalecidos por el Amor de Dios (el fuego) la vida sencilla (el jacinto) y su propia humanidad que los arrastra al mal, a errar, y que han de ir dominando siempre (el azufre). Y eso que ellos viven es lo que llevan a los demás. Son los profetas portadores de la Palabra:


     




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