La Sexta Trompeta Está Sonando

 

  • Tocó la Quinta Trompeta


    El Perfil del Mal

         Esto lo podemos ver más que nunca en estos tiempos, solamente  mirando el mundo de  actualidad en el que tener un momento para mirar nuestro interior y reflexionar, requiere un propósito firme y mucha astucia, para no involucrarnos y cabalgar con todos éstos que están inmersos en la vorágine del mundo, absorbidos por las ofertas que éste les brinda. Se requiere vivir unidos a Cristo, con la fuerza y el poder del Espíritu Santo para no ser arrastrados nosotros también y llegar a formar parte de ese estrépito de carros que producen los que "transportan" en el ruido del mundo, tanta maldad, para combatir en contra de cuanto Dios ha puesto en sus hijos como gracia que nos lleva a la salvación.

              El estrépito de muchos caballos que se cita aquí, podemos compararlo con los caballos que se nombraron en la explicación de los cuatro jinetes de este Apocalipsis, al abrir el Cordero los cuatro primeros sellos. Estos caballos son en los que cabalgaban el segundo, tercero, y cuarto jinetes, que simbolizan a todos los que no caminan en la Verdad y el Amor, y llegan así a su final y se condenan. Pero no se queda este ataque en una exhibición, sino que como arma de combate, estas langostas de la visión:

       


     



  • Tenían cola y aguijón como de escorpión; y en la cola tenían poder para hacer daño a la gente durante cinco meses (Ap.9,10).

    Esto  nos  quiere  decir que el  mal  nos  ataca  de cerca, causándonos dolor, cuando nos dejamos tocar por él; porque el mal nos trae todos los sufrimientos y dolores que podamos cada uno vivir. Todo eso no lo da Dios, nos lo acarreamos nosotros con la aceptación de la maldad, con nuestra forma de vivir errada. Jesús le dice al paralítico que fue curado junto a la piscina de Betesda: “Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor” (Jn.5,14). Y es así. Cada uno tiene según lo que vive, según lo que necesita para ver la Luz, para ver la gloria de Dios. Sólo Dios lo sabe. Él únicamente permite esta lucha en aras de que sepamos distinguir lo que es vivir en Él, y lo que es vivir en la maldad.

              Es así como nosotros podemos discernir y dirigir nuestras vidas al verdadero Camino que nos trae bendición. Por el contrario, la maldad nos trae maldición y cuanto ella conlleva. Hay lecciones preciosas que se nos han dado a conocer en el Antiguo Testamento a través de la  historia de  Israel,  que   cuando obedecía a Dios, caminando según sus mandatos, el pueblo era bendecido y prosperado, tenía paz; pero cuando el pueblo se olvidaba de Dios y se daba a los placeres, a la idolatría, entonces todo le iba mal y era atacado, saqueado por otros pueblos, y hasta fue deportado. Y la historia de Israel es también la historia personal de cada uno de nosotros.

              La bendición nos llega a cada a uno de nosotros cuando vivimos en Dios, y cuando vivimos en pecado nos suceden conflictos, dolor, etc. Si no se da la bendición al cien por cien, no es porque Dios no quiera sino que depende de cada uno. Pero un día se dará, pues en la Nueva Jerusalén habrá triunfado el Amor y la unidad (Ap.21,1-4). “Copiosas son las penas del impío, al que confía en Yahveh el Amor le envuelve(Sal.32,10).

              Sin embargo, aunque puedan causar daño estas langostas, no es por mucho tiempo. Sólo tienen el poder de hacer daño a la gente durante cinco meses. Estos cinco meses a los que se refiere que puede durar esa tribulación, no es estrictamente según nuestro calendario, sino que simbolizan un tiempo limitado, y que comparado con otras cifras de este Apocalipsis, entre ellas, los cuarenta y dos meses, simbolizando la duración de nuestra vida aquí, podemos  entender que   esos  cinco  meses es poco tiempo; que en nuestra vida aquí tenemos momentos felices, y otros momentos duros de tribulación y dolor. Miremos también que esta trompeta está alertando no sólo a nosotros, sino que es para prevenir a todos en los días de tribulación final, para que recobren ánimos sabiendo que la tribulación pasará, que es pasajera, y dejará paso a la Nueva Jerusalén, al pueblo que ha permanecido fiel, que ha triunfado con Cristo y se prepara para las “Bodas del Cordero”.

    Gracias al Señor, nuestro Dios, por darnos la Luz, por hacernos ver tan claro el Camino que nos conviene seguir para ser en Él; porque de todos éstos que están simbolizados en estas langostas, se dice...

    El rey que los dirigía era el ángel del abismo que en hebreo se llama Abadón y en griego Apolíon (Ap.9,11).

     Por si alguien pudiera tener duda de la procedencia de estas langostas, este versículo lo ha dejado claro, pues lo rubrica con el nombre de su " rey." Y nos hace ver cómo el paso de estas langostas trae dolor:

    El primer ¡ay! Ya pasó, pero vienen todavía otros dos (Ap.9, 12).

    Este primer ¡ay!  Simboliza el dolor en esta lucha aquí por permanecer en el Camino, en este combate espiritual, lucha de la que ya estamos avisados: “Entrad por la puerta estrecha. Que es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. Y es estrecha la puerta y angosto el Camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran” (Mt.7,13-14). 

    El mal es “como ladrón en la noche, que no viene más que a robar a matar y a destruir.” En cambio Jesús viene a darnos, a darnos Vida, a reconstruir nuestra casa en ruinas por el pecado. Y así nos dice: “He venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia” (Jn.10,10).                      

    Estas langostas engloban las diferentes formas en que el mal, la maldad, nos ataca.

    1) Por un lado ofreciendo su reinado, el poder de este mundo, con sus coronas, carros que se lanzan a la batalla, sus dientes de león…  El poder del reino del mal, está representado en Satanás. Se dice de él que es el seductor.

    2) Otra forma de atacar el mal es la simulación, haciéndonos ver su carácter humano para que nos conformemos con el pecado y lo aceptemos. Por esto exhiben sus rostros humanos, sus cabellos de mujer, para que veamos el    lado    apetecible,  las  recompensas del mundo… Es la incitación a que prefiramos el mundo. Simboliza también la forma “divertida” de pecar, para que cedamos a la atracción del pecado. A veces, a las personas que pecan bajo esta perspectiva se les aplaude diciendo: “Es un diablillo”. Esta forma de atacar el mal simboliza al Diablo.

    3) Y por último, el mal nos ataca con el daño directo: el dolor, las heridas, la rebeldía, que propicia a su vez la violencia, las calumnias, las mentiras, desprecios, acusaciones, traiciones… Y eso se manifiesta en estas langostas en sus colas y aguijón como de escorpión… Esta forma de atacarnos el mal, simboliza al Demonio, o los demonios. Cuando una persona es violenta, deshumanizada… se suele decir: “Es un demonio”.

              El mal es enemigo de Dios y de sus hijos. Dios que es el Ser Supremo, el Amor, la Verdad, la Vida, derrama sobre nosotros Amor, Luz, Verdad, perdón y todo lo bueno para llevarnos al Camino, a la verdadera Vida.

    Y esto se corrobora en el capítulo XII que añado a continuación, (del que había ya incluido en la sexta trompeta, los versículos de la “Mujer vestida del sol). A ese capítulo me lleva ahora el Señor, para hacerme ver que habría de continuar desvelando aquí, en este apartado,  los   versículos   siguientes   que  no fueron incluidos en el relato de La Mujer vestida del sol, y que nos confirman el perfil de las langostas, conforme trata este capítulo IX sobre estas tres formas en que el mal, globalmente, nos puede atacar.


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