El Perfil del Mal
El aspecto
de las langostas era como de caballos equipados para la
guerra. Llevaban en la cabeza algo que parecía una corona de
oro y su cara se asemejaba a un rostro humano. Su crin
parecía cabello de mujer, y sus dientes eran como de león
(Ap.9,7-8).
La
langosta puede devorar
todos los cultivos, todo lo verde (y en esta visión
representa a todos los que pueden vivir en Dios).
El aspecto de las langostas era como de caballos equipados
para la guerra. Es la
langosta
que quiere arrasar la viña
del
Señor, la posibilidad de
salvación en nosotros. Pero para hacernos ver lo peligrosa
que es esta langosta,
se dice que vienen en plan de
lucha.
Y se dice
que llevaban en la cabeza
algo que parecía una corona de oro,
ostentando un reinado, ofreciendo un reinado, porque esta
lucha no es frente a frente, sino camuflada; su fin es
destruir nuestros auténticos valores como hijos de Dios para
hacernos ver que el triunfo, el éxito de nuestras vidas,
está en ser como ellos, si nos acogemos a ese poder y a su
reinado. El poder del mundo, el reino de Satanás. Por eso,
ostentan esas coronas
que parecían de oro
pero que no son de oro: son falsas, ofrecen un falso
reinado. Estas coronas
y símbolos que aparentan son engañosos, exhibiendo un poder
que carece de valor, porque si algún poder puede acaparar la
maldad, ese poder es efímero. Dios es el poder, el único que
todo lo puede.
El mal utiliza la astucia (Gén.3,5), y para que el engaño
pueda llegar a nosotros y destruirnos, los agentes del mal
adoptan una actitud humanitaria, pues se dice que
su cara se asemejaba a un
rostro humano y su crin parecía cabello de mujer...
simulando la delicadeza, la dulzura, la ternura... que
normalmente son atributos femeninos. Pero no poseen ellos
estos atributos, pues se dice que son
semejantes a rostros humanos,
semejantes a cabellos de mujer.
Cuando el mal nos ataca, por lo general, no se hace visible directamente en forma de espíritus, sino que se vale de las mismas personas para presentar características humanas. Sírvanos de ejemplo, cuando Jesús es tentado a través de Pedro, y Jesús le dice a Pedro: “Apártate de mí Satanás” (Mt.16,22). Pedro era su discípulo, y aparentemente parecía que adoptaba una actitud noble: el querer defender a Jesús (Mt.16,23).
Sin embargo, hablaba por
medio de él Satanás, para tentar a Jesús tratando de
disuadirle con el fin de frustrar los planes que Él
traía: entregar su vida como prueba de su Amor para
hacernos ver la Luz y rescatarnos de nuestra situación
de humanidad caída en el pecado.
Satanás simboliza el reino del mal; ofrece el poder del
mundo, como aquí en este versículo se dice: que se
presenta con coronas. Pero todo es sólo apariencia, un
engaño. Por eso el mal no nos ataca abiertamente, como
ya dijimos, sino adornándose con matices humanitarios y
ofreciéndonos el poder del mundo. Nos quieren hacer
creer que es algo "muy humano" seguir las actitudes a
las que nos invitan, y es lo que solemos decir para
justificar nuestras conductas erradas o extraviadas:
"Somos humanos". Y así, acallamos nuestras conciencias
para no cambiar radicalmente nuestros comportamientos
torcidos.
Sin embargo, esta apariencia
tan humana, lleva detrás algo que parece contradictorio,
y es que sus dientes eran como de león, simulando
poder. Como el león domina en la selva, y lo nombramos
aquí como "el rey de la selva", igual sus dientes
quieren expresar el poder de atacar, matar y dominar en
este mundo. Nos quieren hacer ver que siendo como ellos
seremos poderosos; pero realmente no tienen tal poder,
porque también de sus dientes se dice que
son dientes "como" de león, pero no son así ni
sus dientes, ni su poder.
Solamente tienen apariencia de poder devorar,
ya que además de ostentar
poder y fuerza que en realidad no poseen, ni siquiera
son inmunes a ser derrotados ya que:
Llevaban corazas como de hierro, y el ruido de sus alas
se escuchaba como el estruendo de carros de muchos
caballos que se lanzan a la batalla (Ap.9,9).
Llevaban corazas "como" de
hierro, pero que no son de hierro;
sus corazas no son resistentes, son abatibles. Todo
es ostentación de lo que no tienen, ya que era como
el estruendo de carros de muchos caballos que se lanzan
a la batalla. Se presentan de forma aparatosa,
haciéndose notar. Y ese ruido
y esa ostentación
de poder, no es para asustarnos pues entonces huiríamos
y el mal no tendría ocasión para engañarnos. Ese
ruido es para llamar la atención, para que nos
fijemos en ellos, admiremos su fuerza y todo cuanto nos
están mostrando y así nos sintamos atraídos a ser como
ellos. Es la seducción para embarcarnos en su poder, en
su reinado de este mundo, que es lo mismo que indicaban
esas coronas.
Y además como el estruendo de carros de muchos caballos que se lanzan a la batalla, nos dice, que el mal no está silencioso, sino que se hace notar fuertemente; está sonando, haciendo ruido por todos los medios que puede. Esto lo podemos ver más que nunca en estos tiempos, solamente mirando el mundo de actualidad en el que tener un momento para mirar nuestro...