El Perfil del Mal
Esto lo podemos ver más que nunca en estos tiempos,
solamente mirando el mundo de actualidad en
el
que tener un momento para mirar nuestro interior y
reflexionar, requiere un propósito firme y mucha astucia,
para no involucrarnos y cabalgar con todos éstos que están
inmersos en la vorágine del mundo, absorbidos por las
ofertas que éste les brinda. Se requiere vivir unidos a
Cristo, con la fuerza y el poder del Espíritu Santo para no
ser arrastrados nosotros también y llegar a formar parte de
ese estrépito de carros
que producen los que "transportan" en el ruido del mundo,
tanta maldad, para combatir en contra de cuanto Dios ha
puesto en sus hijos como gracia que nos lleva a la
salvación.
El estrépito de muchos
caballos que se cita
aquí, podemos compararlo con los caballos que se nombraron
en la explicación de los
cuatro jinetes de este
Apocalipsis, al abrir el
Cordero los cuatro primeros
sellos. Estos caballos son en
los que cabalgaban el segundo, tercero, y cuarto jinetes,
que simbolizan a todos los que no caminan en la Verdad y el
Amor, y llegan así a su final y se condenan. Pero no se
queda este ataque en una exhibición, sino que como arma de
combate, estas langostas
de la visión:
Tenían
cola y aguijón como de escorpión; y en la cola tenían
poder para hacer daño a la gente durante cinco meses
(Ap.9,10).
Esto nos quiere decir que el
mal nos ataca de
Es así como nosotros podemos discernir y dirigir
nuestras vidas al verdadero Camino que nos trae
bendición. Por el contrario, la maldad nos trae
maldición y cuanto ella conlleva. Hay lecciones
preciosas que se nos han dado a conocer en el Antiguo
Testamento a través de la historia de
Israel, que cuando obedecía a Dios,
caminando según sus mandatos, el pueblo era bendecido y
prosperado, tenía paz; pero cuando el pueblo se olvidaba
de Dios y se daba a los placeres, a la idolatría,
entonces todo le iba mal y era atacado, saqueado por
otros pueblos, y hasta fue deportado. Y la historia de
Israel es también la historia personal de cada uno de
nosotros.
La bendición nos llega a cada a uno de nosotros cuando
vivimos en Dios, y cuando vivimos en pecado nos suceden
conflictos, dolor, etc. Si no se da la bendición al
cien por cien, no es porque
Dios no quiera sino que depende de cada uno. Pero un día
se dará, pues en la Nueva Jerusalén habrá triunfado el
Amor y la unidad (Ap.21,1-4). “Copiosas son las penas
del impío, al que confía en Yahveh el Amor le envuelve”
(Sal.32,10).
Sin embargo, aunque puedan causar daño estas
langostas, no es
por mucho tiempo. Sólo tienen el poder de hacer daño a
la gente durante cinco
meses. Estos
cinco meses a los que se
refiere que puede durar esa tribulación, no es
estrictamente según nuestro calendario, sino que
simbolizan un tiempo limitado, y que comparado con otras
cifras de este Apocalipsis, entre ellas, los cuarenta y
dos meses, simbolizando la duración de nuestra vida
aquí, podemos entender que esos
cinco meses
es poco tiempo; que en nuestra vida aquí tenemos
momentos felices, y otros momentos duros de tribulación
y dolor. Miremos también que esta trompeta está
alertando no sólo a nosotros, sino que es para prevenir
a todos en los días de tribulación final, para que
recobren ánimos sabiendo que la tribulación pasará, que
es pasajera, y dejará paso a la Nueva Jerusalén, al
pueblo que ha permanecido fiel, que ha triunfado con
Cristo y se prepara para las “Bodas del Cordero”.
Gracias al Señor, nuestro Dios, por darnos la Luz, por hacernos ver tan claro el Camino que nos conviene seguir para ser en Él; porque de todos éstos que están simbolizados en estas langostas, se dice...
El rey que los dirigía era el
ángel del abismo que en hebreo se llama Abadón y en
griego Apolíon (Ap.9,11).
Por
si alguien pudiera tener duda de la procedencia de estas
langostas,
este versículo lo ha
dejado claro, pues lo rubrica con el nombre de su "
rey." Y nos hace ver cómo el paso de estas
langostas
trae dolor:
El primer ¡ay! Ya pasó, pero
vienen todavía otros dos (Ap.9, 12).
Este
primer ¡ay!
Simboliza el dolor en
esta lucha aquí por permanecer en el Camino, en este
combate espiritual, lucha de la que ya estamos avisados:
“Entrad por la puerta estrecha. Que es ancha la puerta y
espacioso el camino que lleva a la perdición, y son
muchos los que entran por ella. Y es estrecha la puerta
y angosto el Camino que lleva a la Vida, y son pocos los
que lo encuentran” (Mt.7,13-14).
El
mal es “como ladrón en la noche, que no viene más que a
robar a matar y a destruir.” En cambio Jesús viene a
darnos, a darnos Vida, a reconstruir nuestra casa en
ruinas por el pecado. Y así nos dice: “He venido para
que tengan Vida y la tengan en abundancia”
(Jn.10,10).
Estas
langostas
engloban las
diferentes formas en que el mal, la maldad, nos ataca.
1)
Por un lado ofreciendo su reinado, el poder de este
mundo, con sus
coronas, carros
que se lanzan a la batalla, sus
dientes de león…
El poder del reino del mal,
está representado en Satanás. Se dice de él que es el
seductor.
2)
Otra forma de atacar el mal es la simulación,
haciéndonos ver su carácter humano para que nos
conformemos con el pecado y lo aceptemos. Por esto
exhiben sus rostros
humanos, sus
cabellos de mujer,
para que veamos el lado
apetecible, las recompensas del mundo… Es la
incitación a que prefiramos el mundo. Simboliza también
la forma “divertida” de pecar, para que cedamos a la
atracción del pecado. A veces, a las personas que pecan
bajo esta perspectiva se les aplaude diciendo: “Es un
diablillo”. Esta forma de atacar el mal simboliza al
Diablo.
3) Y
por último, el mal nos ataca con el daño directo: el
dolor, las heridas, la rebeldía, que propicia a su vez
la violencia, las calumnias, las mentiras, desprecios,
acusaciones, traiciones… Y eso se manifiesta en estas
langostas
en sus colas y aguijón
como de escorpión… Esta
forma de atacarnos el mal, simboliza al Demonio, o los
demonios. Cuando una persona es violenta, deshumanizada…
se suele decir: “Es un demonio”.
El mal es enemigo de Dios y de sus hijos. Dios que es el
Ser Supremo, el Amor, la Verdad, la Vida, derrama sobre
nosotros Amor, Luz, Verdad, perdón y todo lo bueno para
llevarnos al Camino, a la verdadera Vida.
Y
esto se corrobora en el capítulo XII que añado a
continuación, (del que había ya incluido en la sexta
trompeta, los versículos de la “Mujer vestida del sol).
A ese capítulo me
lleva ahora el Señor, para hacerme ver que habría de
continuar desvelando aquí, en este apartado, los
versículos siguientes que
no fueron incluidos en el relato de
La Mujer vestida del sol,
y que nos confirman el perfil de
las langostas,
conforme trata este capítulo
IX sobre estas tres formas en que el mal, globalmente,
nos puede atacar.