La Sexta Trompeta Está Sonando

 

  • Tocó la Quinta Trompeta


    Cristo en Medio de Nosotros

              Tocó el quinto ángel su trompeta y vi que había caído del cielo a la tierra una estrella, a la cual se le entregó la llave del pozo del abismo (Ap.9,1).

    Esta estrella que cae del cielo a la tierra representa al Cordero que habrá de quitar los sellos (Ap.5,5). El único que puede abrir y cerrar: “Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: si Él abre nadie puede cerrar; si Él cierra nadie puede abrir” (Ap.3,7). Esta estrella que tiene la llave del pozo del abismo es Cristo, que hecho hombre, muerto y resucitado, permanece con nosotros hasta el final (Mt.28,20). Cristo, que de la forma más palpable posible para nosotros, se mezcló entre los hombres haciéndose hermano nuestro para traernos la Verdad lo más cerca que se puede dar. Esta estrella llega tan cercana para darnos su Luz que nos hace ver clara la procedencia del mal.

    Y la llave es la Verdad que Cristo nos ha traído por su Palabra, que se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn.1,14). Es la redención, la manifestación de Dios en medio de nosotros, y que no se quedó sólo en eso, sino que nos dejó su Santo Espíritu que habita en cada uno que le abre su corazón, que nos da la fuerza, el poder, para vivir en Él. Así le decía a los apóstoles: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el defensor no vendrá a vosotros; en cambio si me voy os lo enviaré” (Jn.16,7). Y su Palabra nos da a conocer el bien, y nos da a conocer el mal. Su Palabra tiene poder sobre todo mal, porque “al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos” (Flp.2,10). Esta es la maravillosa llave que Él tiene. Y como cuanto Él tiene nos lo da cuando vivimos en Él, en estas revelaciones nos dice que nosotros también tenemos la llave; tenemos como gracia todo lo que nos hace vivir en Él. El Cristo Vivo en nosotros, nos da el poder para vencer todo mal, para ser vencedores, pues si no tomamos el camino de Cristo, la única opción que nos queda, es ser vencidos, el perecer para siempre. Y es lo que esta llave de esta visión nos muestra cuando abre el pozo del abismo:

       


     



  • Lo abrió, y del pozo subió una humareda, como la de un horno gigantesco; y la humareda oscureció el sol y el aire (Ap.9,2).

    Así que esta llave que abre el pozo del abismo, nos da el conocimiento de cuanto hay en él, para que nos apartemos de todo lo que desprende su maldad y nos salvemos. Y ése es el abismo que hay entre la aceptación de la Verdad, o el rechazarla; entre vivir en la Verdad, o fuera de ella. Un abismo como se dice en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro: “Entre vosotros y nosotros hay un gran abismo, de tal manera que los que quieran ir de acá para allá no puedan, ni los de allí venir para acá” (Lc.16,26).

    Del pozo que se abre, subió una humareda como la de un horno gigantesco, que es el estado en que están los espíritus de maldad, los condenados; es decir, el horno emana efluvios de maldad, con lo que esta visión nos avisa de que vivamos en Dios, porque la humareda que sube del abismo, ciega, no deja ver.

              El que no vive en Dios, no ve claro; y los ya condenados ya no pueden ver la Luz de Dios jamás. Por eso para ellos el sol se oscurece. Y el aire (que aquí supone el sostenimiento de la vida) se dice que se oscurece con la humareda del pozo; esto indica que no pueden tener vida espiritual porque el aire es irrespirable: sus almas respiran confusión.

     El abismo sin Luz y sin aire limpio, es la muerte. En el pozo se muere.

     Esta trompeta nos trae este aviso para que estemos alerta, para que veamos y no caigamos en ese pozo, que podríamos llamar el "hábitat" del mal, ya que de ese pozo sube hacia nosotros esa humareda, que envuelve a los espíritus del mal que se acercan a nosotros y tratan de conseguir sus propósitos: llevarnos a "su terreno". Y si nos dejamos, nos envuelven a nosotros también, como se nos explica ahora:

    Cuando esa humareda sale del pozo y llega a nosotros, entonces no vemos, porque estamos envueltos en ella, y es cuando ellos aprovechan para hacernos daño.

    Cuando nos dejamos envolver por esa humareda no vivimos en la Luz de Cristo, y no nos percatamos siquiera de que estamos en oscuridad; no vemos, y ellos nos hacen presa de su maldad. Es el combate espiritual que explica muy bien la carta a los efesios (Ef.6,10-20).


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